15 abril, 2007

Cornish, New Hampshire


La camioneta está estacionada junto a la acera en Commons Park. A unos metros del vehículo hay un teléfono público. Los faros delanteros, mal montados sobre la defensa, marcan las diez y diez. La parte trasera está cubierta por un toldo raído de color verde bosque, fijado a la carrocería mediante unas cuerdas deshilachadas. En ambos laterales del vehículo lucen unas pegatinas desgastadas en las que no sin dificultad puede leerse “Very Private Investigations 800-755-SWIN”. El único limpiaparabrisas que funciona se afana en despejar la luna de cristal delantera del tremendo aguacero que está cayendo. Desde afuera puede intuirse la presencia de dos individuos en el interior. Están sentados en el asiento delantero de una sola pieza.

—El plan es perfecto, John Joe —aseguró el hombre situado al volante—. Colocaré una cámara del tamaño de la cabeza de un alfiler en el botón derecho del cuello de tu camisa, de modo que la imagen muestre lo que ven tus ojos de sapo.

—¡Caracoles jefe Swindler! qué ideas tan macanudas tié usté en el tarro —añadió el muchacho mientras bajaba la ventanilla—.

—Cierra esa ventanilla ahora mismo, maldita sea, nos pueden oír —profirió airado el hombretón—. Es un material endiabladamente bueno que recibí hace un par de semanas contra reembolso en mi apartado postal secreto número 1345. No hay que dejar rastro, ya sabes. El tipo que me lo vendió me aseguró que lo usan los del FBI para infiltrar a polis en organizaciones criminales… je,je… esos tipos saben lo que se traen entre manos, John Joe.

—¿1345, jefe? —dijo el chico mientras se apresuraba a subir la ventanilla—. No sé si recordaré una cantidá tan retorsía. Nunca he visto tantos pavos juntos, ja.

—No tienes que recordar nada, maldita sea —espetó el hombre haciendo aspaviento—. Olvida esa maldita combinación secreta ahora mismo, muchacho.

—¿Cuál? —preguntó el muchacho— ¿1345, jefe..?

—¡Maldito bocazas! Quítatelo ahora mismo de esa cabeza de chorlito que tienes o tendré que volarte la tapa de los sesos para que lo olvides. ¿Sabes lo que hacen los tipos duros como yo con quienes meten las narices donde no deben?

—Oh sí, jefe Swindler —se apresuró a contestar el chico con ademán de tenerse la lección bien aprendida—. Según usté jefe, los tipos duros son capases de descuartisarte, meté tus trositos en una bolsa de plástico y almasenarlos en el arcón frigorífico del sótano, sólo porque te hayas ido de la lenbua…

—Pues ya sabes, en boca cerrada….

—Descuide usté jefe, que ya me metío en la cocorota que no vuelvo a recordá el apartao de correos 1345 ese…

—¡Maldición! ¡Estúpido muchacho! —bramó Swindler aporreando el volante con ambas manos hasta que hizo sonar el claxon—, ¿no te he dicho que cierres esa maldita bocaza de una vez? No sé por qué diablos me fijé en ti. Debí dejar que siguieras recogiendo tuercas para Barnie el chatarrero. Cuando le dije a Thelma que iba a darte una oportunidad no quieras imaginar la cara que puso. No la había visto así desde que nos arruinamos por completo en el 78, debido a una mala racha de suerte durante nuestra luna de miel en las Vegas. Y todo por culpa de aquella furcia que paseaba sus tetas delante de mis narices durante la partida. La muy ramera permaneció a mi lado toda la maldita noche hasta que lo perdí todo y luego desapareció. El tipo de seguridad que me sacó de allí a puñetazos me dijo que ella era un gancho del propio casino, antes de dejarme caer en un charco.

—Diantre jefe, qué mala suerte la suya de usté —masculló el muchacho cambiando de posición la visera de su gorra —.

—Tuvimos que regresar a casa en autobús —espetó Swindler—, después de empeñar el dichoso anillo que le había regalado a Thelma. Estuve a punto de cortarle el maldito dedo para quitárselo mientras dormía. El reverendo que nos había casado dijo que eligiéramos: o le entregábamos el anillo o anulaba el matrimonio para devolvernos sólo 150 dólares de los 500 que le habíamos pagado —refunfuñó mientras observaba en el salpicadero una reliquia con la imagen petrificada de Thelma en cuyo pie podía leerse: “menos mal que yo pienso en todo, querido”—. Y aquí estoy yo, poniendo mi golpe más elaborado en manos de un paleto que no sabe ni hacerse el nudo de los zapatos como dios manda. Pero estás de suerte, chico. No te preguntes por qué pero te has topado con la grandeza de los tipos importantes. Ya sabes —dijo cambiando de humor— solemos ser generosos de cuándo en cuándo con los pobres desgraciados como tú. Después de todo, forma parte del sueño americano, ¿no?... América fue fundada con la sangre derramada por tipos intrépidos como yo.

—Estoy aquí pa seguirle en too, jefe —dijo el chico—, pero el jefe Barnie no ma tratao mal que dijéramos. De ves en cuando me daba algo caliente pa comer. Ni que fuera un potentao…

—Ahora trabajas para mí, muchacho —sentenció Swindler hurgándose la nariz—. Tú limítate a seguir al pie de la letra mis instrucciones y tal vez algún día llegues a parecerte a mí. ¿Lo has entendido?

—Entendío jefe, lo que usté mande. Recibío cambio y corto. Me se pone la carne de gallina na más de que imaginarme metío en el ajo, ja.

—De acuerdo. Repasemos el plan —Swindler sacó unas notas escritas en un puñado de servilletas de papel—. Recuerda que irás vestido como vestiría el afeminado ese de la novela que te di a leer el otro día, ese tal Caulfielfd, ¿recuerdas? La tomé prestada de la Librería Pública del Condado con nombre falso, je, je. Le dije a la señora Banister que yo era un miembro destacado del Club Estatal de Lecturas Americanas, y lo cierto es que se mostró muy interesada en nuestras actividades.

—Disculpe usté, jefe Swindler —interrumpió John Joe rascándose la cabeza sobre la tela de la gorra—. He ojeao el susodicho libro y no me he enterao de na, si quiere que le diga. El menda en cuestión es un refinao de esos que van a escuelas caras y le dan mucho al tarro.

—Por suerte trabajas con profesionales, chico —alardeó Swindler—. Mi mujer se ha ocupado de todos los detalles. Ella misma ha confeccionado la ropa que usarás para el golpe. Nos gusta hacer las cosas a lo grande. Llevarás la camisa sin abrochar, así el viejo podrá ver con total claridad la palabra “Phoebe” estampada en tu camiseta blanca. No me preguntes lo que significa, no tengo ni idea. Thelma dice que conseguirá que le inspires confianza. ¿Sabes cuánto tiempo ha invertido para coser las enormes letras de color púrpura? Menos mal que la costura se le da bien a mi mujercita. Y no veas los pasteles de manzana que prepara, umm. Si todo sale bien muchacho, celebraremos el éxito zampándonos un enorme y delicioso pastel con un gran vaso de batido de chocolate mientras pensamos cómo gastarnos la pasta, je, je. Las manzanas solemos tomarlas prestadas del jardín de los Bloomberg, ya sabes, nunca se han dado cuenta de nada. Dedican todo su tiempo a la televisión por cable.

—Con permiso de usté, yo prefiero el batío de fresa, jefe Swindler —dijo el chico—. Después de too, pa entonces ya seré millonario y podré pedí lo que me plasca, ¿no?

—Por mí como si te zampas toda la maldita carta del Dessert’s Lullaby, John Joe. Para entonces Thelma y yo nos habremos esfumado del condenado Springfield. Con nuestra parte del botín pensamos comprarnos una casa en California. Thelma odia el clima de Vermont, con este asqueroso invierno haciéndole añicos los huesos. Además, estoy hasta las narices de que me pregunten si soy familia de ese tipo, Homer Simpson, válgame diós. ¿Acaso tengo yo algo que ver con un estúpido dibujo animado?... Una vez leí en el diario local que hay 53 malditos lugares llamados Springfield repartidos en 34 estados de todo el país. ¿Por qué diablos iba a ser aquí?...

—Pos a mí nunca me han confundío con nadie, jefe. Bueno, sólo una ves un tipo tarjeao que sabía mi nombre me pidió que subiera a su coche, desía que pa llevarme a casa, ja…

—Así que nos largamos. He oído que en la Costa Oeste las tías van todo el santo día en bikini y, ¡qué demonios!, tendremos las lujosas mansiones de Hollywood a nuestra disposición… je, je. Y tú muchacho, podrás comprarte ese estupendo Plymouth del 58 con el que tanto has soñado, sí… las tías se volverán locas por dar un paseo en él.

—¡Caracoles jefe! Ya me estoy imaginando sentao al volante, y el asiento de atrás bien surtío de chorbas toas pa mí je, je… ¿oiga jefe, pué uno condusir sin carné?

—¿Ves esto chico? — Swindler le muestra un sobre recién extraído del bolsillo de su cazadora—. Es tu carné de conducir, John Joe. En cuanto acabemos el trabajo, será tuyo.

—¡Vaya jefe!, ¿de ande ha sacao usté eso? —preguntó alborotado el joven dando vueltas sin parar al ala de su sombrero—.

¿Te gusta eh, muchacho? —el jefe soltó una carcajada escandalosa—. No quieras saber quién es el difunto. Además, nunca revelo mis fuentes, chico, es algo que aprendí trabajando para un tipo llamado Jimmy di Francesco en Las Vegas. Mafia italiana, ya sabes. Esos tipos no se andan con chiquitas. ¿Capice…?

—¡Ostras jefe!, parlotea usté el italiano que se sale…

—Al tajo chico, sigamos con los detalles. Lo haremos a última hora de la tarde. He oído que a esa hora el viejo realiza sus malditos ejercicios Zen. Así que lo encontraremos muy relajado, justo antes de cenar según mis cálculos.

—¿El viejo practica artes marciales, jefe? A vé si por ayudarle a usté voy a salí mal parao…

—¡Cierra la boca, ignorante! Son unos malditos ejercicios de relajación. Hace algún tiempo que se le fue la cabeza y le dio por hacer cosas raras. Ya sabes, fue Marine o algo parecido durante la segunda guerra mundial, y no es necesario que te explique cómo vuelven esos tipos del frente.

—¡Madre mía jefe! El viejo está majareta perdío… Buenos mal que no me he alistao jefe, pos mira que han venío veces a buscarme los muy pringaos esos —suspiró el chico haciéndose el importante—.

—Mejor así hijo, no sea que perdamos la próxima guerra por culpa de tu incompetencia —contestó Swindler carcajeándose hasta concluir con eructo atronador—. Bueno, a lo que iba, chico. Saldremos a las tres en punto. Avanzaremos por Highland Road camino de Bugbee, hasta tomar la interestatal 91, así alcanzaremos antes Windsor. Atravesaremos el maldito puente sobre el río Connecticut ya en New Hampshire. Calculo que llegaremos a Cornish a eso de las seis. Una vez en Sander Hill Road, me detendré a dos manzanas de la casa en cuestión. Tú bajarás de la camioneta y seguirás a pie. Cuidado con la maldita lluvia, no quiero que lo eche a perder todo. Y no olvides llevar el ejemplar de “El guardián...” bien visible. Confío en ese endemoniado libro, muchacho, y en el efecto psicológico que pueda causarle. Un loquero muy puesto en el asunto escribió en el Reader’s Digest que los buenos recuerdos aplacan la ira de los chalados.

—¡A ver si el viejo chalao ése va y me pega un tiro, jefe! Acuérdese que yo quiero condusí con las chorbas en mi coche nuevo, eh…

—¡Si vuelves a poner una sola pega, condenado arrapiezo, el que te pega un tiro en el trasero soy yo! ¿Lo has entendido?

—Entendío, cambio y corto, jefe. Usté a mandar y yo a sus órdenes de usté.

—Sigamos. Cuando llegues a la altura de la casa, procura actuar sin miedo, mostrando todo el maldito valor que se supone que llevas dentro, chico. Que el viejo tenga claro que estás allí porque él lo desea. Y no hagas caso del maldito letrero que dice "propiedad privada, cuidado con el perro”, aquí todo el mundo tiene uno como quien tiene una barbacoa o un buzón para el correo.

—Lo que usté diga jefe, pero si sale el perro me van a faltar piernas pa salí corriendo dando alaríos…

—¡Paparruchas, chico! Matusalén lleva cuarenta años encerrado sin salir de casa. Es más que probable que si tiene un perro el maldito chucho esté criando malvas en el jardín desde hace dos décadas… Así que tú subes las escaleras sin hacer demasiado ruido y tocas a la puerta —explicó Swindler—. Tienes que estar concentrado, John Joe. ¡Diablos!, un error por tu parte y todo se iría al infierno. Se supone que el tipo está con una pata en la tumba, así que se tomará su tiempo para arrastrarse hasta la entrada. No insistas demasiado, ¿entiendes?, aporreas la puerta un par de veces y permaneces allí hasta que se abra y aparezca él en mismísima persona. Yo estaré en la parte de atrás de la camioneta asegurándome de que la grabación es buena. Y procura no moverte demasiado o la imagen quedará echa un asco y nos quedaremos sin California y sin coche, ¡maldita sea!

—Tranquilo usté jefe, que en cuanto me abra la susodicha puerta yo me queo congelao ahí sin mover ni un deo, ja.

—¿Recuerdas tu diálogo, muchacho?... “Hola J.D... soy Holden… he vuelto” —espetó Swindler tratando de imitar una voz juvenil—, le dices eso mientras le enseñas muy claramente el maldito libro y permites que te examine de arriba a abajo por unos instantes como si fueras miss América. No creo que sea tan difícil de hacer, chico. ¿Cuántas veces lo has leído?...

—Pos una, jefe, y no pasé de la primera página. Demasiao complicao pa mí cabesa de chorlito. Lo único que me se queda en la memoria son las orasiones de la parroquia cuando hago de monaguillo, y porque si me equivoco el reverendo Wildborn me suelta un cogotaso, el muy pringao…

—¡Por mil rayos, John Joe!, ¿sólo una? Puede que el viejo te haga preguntas. Estarás delante de las malditas narices del escritor del condenado libro, ¿recuerdas?... ¿y qué diablos le vas a contestar si te pregunta algo sobre ti y la respuesta sólo está en la dichosa novela?

—Usté tranquilo, jefe, que si hace falta me leo el libro en un santiamén cuando el viejo se qué dormío, ja. Cuando hago las cosas como a él le gustan, el jefe Barnie siempre dice que tengo las tuercas de la chaveta bien apretás...

—Los de la tele han dicho que no nos molestemos en llamarles a menos que tengamos un buen puñado de imágenes que ofrecerles. ¡Malditos bastardos! ¡Sólo piensan en sacar dinero! Qué tiempos aquellos de Walter Cronkite, sí señor. Nunca aceptes dedicarte a la televisión, hijo, no es más que un nido de comunistas corruptos. Aún siguen forrándose de pasta a costa mía. ¿Recuerdas aquellas imágenes tomadas con cámara oculta a O. J. Simpson cuando escapó de la justicia?

—No recuerdo na jefe, el jefe Barnie no tié tele en la chatarrería, se pasa el día en la mesedora mascando tabaco y riéndose solo…

—Fue un gran trabajo el del 95, muchacho. Lo único que tenía que hacer era colocar una microcámara en el collar de su perro. Pasé dos malditos meses siguiendo al condenado jugador de Fútbol por todo el país, no creo que ese tipo haya recorrido tantas yardas en todas sus malditas temporadas en la NFL. Hasta que se detuvo a poner combustible y atraje al chucho hasta mi camioneta. Levantó la pata para mearme la rueda trasera y… zas, le endosé el aparatejo. Luego lo acaricié y le ordené volver con su dueño. Tenía el presentimiento de que el sabueso estaría de mi parte, je,je.

—¡Madre mía! Un chucho teledirigío, eso si que es… ¿me enseñará usté a poner una cámara de esas en el retrovisó del plymouth, jefe? Así vería bien a las chorbas mientras le doy al volante, ja.

—Cierra la boca y mantén bien abiertas esas orejotas… Una vez se percate de que eres el maldito chico, el viejo te invitará a pasar, apuesto a que lo hace. Entonces habremos dado el primer paso, hijo. Tú intenta moverte por la casa, así tendremos una visión mas detallada de su guarida. Un juntaletras de un periódico importante de Nueva York dijo que es muy probable que ese tipo tenga dos malditas novelas inéditas listas para publicar. Si pudieras hacerte con una de ellas, muchacho, no sé cómo pero si pudieras hacerte con una sola de ellas John Joe, jejeje… pediríamos el doble de pasta, maldita sea. Ya me conoces, hay que pensar a lo grande. Algún día tal vez llegues a ser como yo, es cuestión de que te fijes mucho en mi forma de actuar, chico.

—Prometío, jefe, yo me fijo en usté too lo que me tenga que fijá. Es cosa de un par de golpes más y fijo que me miro al espejo y sale usté mismamente, ja.

—¿Sabes? —confesó Swindler— Si me hubieran dado a tiempo el soplo de lo de Washington en el 97, ten por seguro que le habría metido una maldita cámara a Monica Lewinsky entre las tetas, je, je. Ese si que habría sido un señor golpe. ¿Te imaginas a toda la maldita nación viendo por la tele cómo se las gasta el mismísimo Presidente en el condenado despacho oval?

—¡Lo siento jefe! No sé qué es eso de ová…

—Ni falta que hace chico, no es más que un maldito despacho de la Casa Blanca que siempre está en el punto de mira de los condenados misiles rusos…—se carcajeó Swindler—. En fin, Thelma siempre dice que no hay que perder la fe, que unos trabajillos te conducen a otros mayores. Y es verdad muchacho, siempre que esos desgraciados de los federales no sueñen las veinticuatro horas con tu maldito trasero.

—¡Caracoles jefe! La jefa Thelma los tié bien puestos, ja…

—No lo sabes bien, chico. Ha visto La ley del silencio por lo menos una docena de veces. Una vez le dio un puñetazo a un tipo de la oficina de empleo sólo porque la llamó “ama de casa”. Desde entonces trabaja para mí, le encanta administrarme el billetero, je. De todas maneras, si quieres un buen consejo, nunca te cases muchacho, es algo que sólo trae complicaciones.

—¡Puag! ¿Casarse? Ni hablá de eso, jefe. Yo lo que quiero es acostarme con toas las chorbas que se suban al coche, sabe usté. Pa eso voy a poné un cuaderno en el salpicadó ande llevar la cuenta y que no me se olviden los nombres, ja.

—Volvamos a lo nuestro, muchacho, no trae buena suerte vender la piel del oso antes de cazarlo. Bien, así que estás dentro y dominas la situación. Tú siempre a lo grande, siguiéndole la corriente. No olvides que eres un muchacho educado y sensible, no vayas a soltar alguna de las tuyas o se te vaya a escapar una de esas palabras que confundes y que dices al revés. Y sobre todo no tartamudees maldita sea, el viejo podría darse cuenta y seguro que tiene la escopeta cargada desde 1955. Ah, y nunca, bajo ningún concepto muchacho, saques a relucir el nombre de Joyce, aquella mujerzuela que sacó los trapos sucios del viejo en la maldita prensa. Eso le haría enfurecer más que ninguna otra cosa.

—¿Escopeta, jefe? A vé si el muy pirao va y saca un fusil desos que usan los marines con bayoneta y lanzallamas y too…

—¡Tonterías chico! Al maldito viejo no le quedan fuerzas ni para sacudírsela –Swindler lanzó una risotada alternándola con una salva de eructos—. Así que tú a lo tuyo, te llamas Holden Caulfield y has venido a saludar al viejo J.D., y por lo que más quieras chico, tienes que sacar al maldito niño que ese tipo lleva dentro, aunque haya perdido el condenado juicio y esté más loco que una cabra. Una vez lo hayas conseguido, el resto será pan comido. ¿Entendido?

—¡Entendío jefe! Recibío cambio y corto. Me se pone la carne de gallina na más de que…

—Apuesto a que lo conseguiremos, John Joe —añadió Swindler—. Oh maldita sea, quería decir Holden, chico —el hombre descendió de la camioneta y se dirigió al teléfono público—.

—Al loro, jefe Swindler… soy Holden, he vuelto, ja…

—¡Aleluya chico!—exclamó Swindler desde la acera—. Empiezo a pensar que tal vez no me equivoqué contigo —descolgó el aparato, marcó un número de teléfono y esperó a que alguien contestase al otro lado de la línea, mientras vigilaba los alrededores-. ¿Thelma?... ¡Todo listo!.... sí, espero que los tipos del FBI tengan mejores cosas que hacer hoy… yo también… hasta luego pillina… ve preparando las maletas…

—¿Qué ha dicho la jefa Thelma, jefe? —preguntó John Joe dándole giros a su gorra— Me tié usté entrigao…

—¿Sabes lo que ha dicho mi santa, John Joe…? —Swindler arrancó la camioneta, observó al chico de reojo y luego pisó el acelerador a fondo soltando el freno de mano— ¡Que tenemos un plan endiabladamente bueno!... ¡Yeehaah!

—¡Yeehaah!
©Ignatiusmismo, 2007. Publicado originalmente el 03-09-2006.

30 comentarios :

Paula García dijo...

Primero que todo gracias por tus paalbras en Carta Postal. Ahora...¡¡¡¡un relato endiabladamente bueno!!!! me han cautivado tus palabras, tu plan... todo. Gracias por dejar que te descubra, estaré atenta a la continuación de esta historia. Simplemente genial!
Saludos,

Paula García dijo...

Jajajaja bueno... es inevitable... no puedo negarle la visita al senador. Mi espacio está abierto para todos. Claro que te linkearé!!!!

Anónimo dijo...

Encantador tu relato, ahora quiero saber como empieza….como sigue…su desenlace…todoooo. Esto no se hace, nos dejas con la miel en los labios…
Me imagino al protagonista como Leslie Nielsen…jajaja…sería perfecto :)
Me ha parecido muy interesante y tienes talento para escribir, te felicito.
Espero nos sigas seduciendo con tus palabras… Besos.

Anónimo dijo...

Hanno:its really hard to understand every nuance said in this interesting story,but...but what can i say ...it got Zen,chocolate in it...so what more u possibly...ok..Como diría Thelma, ¡es un plan endiabladamente bueno, jejej!

Ursula dijo...

Me gustó el texto y la perspectiva que le das al tema.
Saludos y gracias por tu visita!

flor dijo...

Hola,ignatiusmismo!! (ufff, qué difícil escribir tu nombre, jajaja).

Te agradezco por pasar por mi blog, sos siempre bienvenido.

Admiro a las personas que escriben ficción con tanta facilidad... y además una ficción tan buena! quedé super enganchada al texto, quisiera ya mismo leer como continúa.

Bueno, nada más. Un saludo grande... y me alegro que Cortázar te guste, es mi escritor favorito.

Hasta ntro próximo encuentro!

Gir dijo...

...me quede con ansias de saber mas...cuando continua??...
...me imaginé el desarrollo de la conversación como un monólogo telefónico; muy bien planteado, y cómo va introduciendo sus planes futuros y pasados frustrados....hasta me imagine su voz ansiosa...jajja cada quien dirige e imagina lo que lee y escribe.....saludos

Esther dijo...

¡¡ Hola!!
¡ Jolín! ¡Pobrecillo! Bastante tiene con estar loco para que encima intenten sacar dinero a costa suya.
Qué texto, es super entretenido y me ha encantado, y el de arriba tb. Te voy a enlazar y así paso más por aquí. De verdad, tu blog es interesantísimo.

Saluditos.

Anónimo dijo...

¡Que historia! Me recuerda a una historia de ladrones.Yo por lo que he leído, pienso que quizás aquel hombre al cual querían entrar en su casa tenía a un niño secuestrado y éstos querían salvarlo o algo por el estilo.

Saludos.

Gildos dijo...

¡Que interesante relato! Me suena a novela policiaca.

Gran escrito.

Saludos cordiales.

Esther dijo...

No se puede culpar a un verdadero loco por sus acciones, realmente no sabe lo que hace.

Un saludo

Anónimo dijo...

No sé quien es más espabilado, si el muchacho o el jefe...je,je.

Muy ameno tu escrito. Me ha gustado.

Un beso.

Anónimo dijo...

Que buen relato! me gustó la historia.

Es muy buena, sobre todo por que es entretenida.

Sigue así

Mi blog es:
http://historiasynovelas.blogspot.com/ (te enlazé)

elvenbyte dijo...

No está nada mal, pero que nada mal...

simalme dijo...

Salinger, Kennedy... Buenos gustos. Ojalá, por tu bien, no seas como Ignatius...

Anónimo dijo...

Qué bien engarzada la historia!
Te sigo, Ignatiusmismo.

;)

comopompasdejabon dijo...

Me han recordado a Mortadelo y Filemón ,made in US, acabo de comprar un buen numero de sus historias en ejemplares de segunda mano ¡me encantan!:esperpentos,como los de tu relato, sin duda merece una tira comica.

Y a una gran historia,un gran beso...de jabón.

Anónimo dijo...

Espero con ganas la segunda parte,
a ver como acaba el plan.

Te agrego a los enlaces de mi blog.

Saludos.

Anónimo dijo...

Aquello de "la frase" me resultó conocido.

Espero (deseo) que las visitas mutuas continúen.

Clarice Baricco dijo...

Mantienes el interés.
Gracias.

Saludos

Esther dijo...

Es una buena historia. Lo que más me gusta es el diálogo, el cómo se personifica la ignorancia de John Joe, contrastando con su jefe.

Un saludito.

ysabell dijo...

que buena esta tu historia y yo aca devolviendote la visita , un saludo que etses bn.

::: Isis ::: dijo...

Que buen relato... me mantuviste atenta todo el rato.


Saludos!

Inés Beltrán dijo...

Leerte es como mirar un dibujo de Kandinsky, pues a pesar de parecer tan geométrico a simple vista, tan detallado, pormenorizado y preciso, el punto focal se torna difuso y no sabes cual es el resultado final .

Excelente sensación.

Anónimo dijo...

Si me gustó cuando lo publicaste anteriormente, ahora con eso retoques ha quedado perfecto.
Te pica el gusanillo con sólo leer unas pocas líneas…el relato es fabuloso y la trama es muy interesante…con esos personajes tan delirantes, ridículos, peculiares…con esos golpes tan ingeniosos, hacen que no pierdas ni la risa ni la sonrisa durante toda la lectura…
Me recuerdan mucho a los personajes de uno de mis libros favoritos, “La conjura de los necios”…tan queridos y odiados a la vez…personajes que creemos que no existen en la vida real y que estamos más rodeados de lo que quisiéramos…

Sigue así. ¿Capice…?

Poems from the Tropics dijo...

Ignacio querido:
A ver si te das una vuelta por www.radio10panama.com los martes, a las 7:00 p.m. (hora de Panamá) para que escuches el programa la hoja. en vivo. Besitos y gracias!
Lili Mendoza

Anónimo dijo...

Muy bien con Toole. Con los Boeing un buen reportaje y con Salinger te pongo una estrellita que se coló en la sopa de letras.

Joyce dijo...

Ignatius, siempre Ignatius... qué gran personaje.

azzura dijo...

fantástico.. lo he disfrutado mucho;) me gustaría leerlo entero!

Anónimo dijo...

Buen relato genial enhorabuena saludos