01 septiembre, 2006

Liki


Le conocí a principios de esta semana. Me lo encontré en el parque al que suelo acudir a diario. Vestido con equipaje de fútbol, llamaba la atención verle hacer maravillas con la pelota a lo Ronaldinho. Me acerqué a él y le saludé. Me sonrió y me devolvió el saludo. Se llama Liki, tiene 21 años y es de Guinea Conakry. Le he preguntado si juega en algún equipo y me ha dicho que sí. Bueno, que jugaba en un equipo de un pueblo de las afueras pero que no le pagaban ni para el autobús. Era un equipo aficionado, así que prefirió dejarlo y entrenar por su cuenta. Me ha parecido realmente bueno con la pelota, aunque sólo le he visto hacer virguerías, pero le he imaginado dominando el centro del campo, posición en la que me ha dicho que le gusta jugar, repartir el juego. Quise saber si se había ofrecido a algún equipo. Dijo que no sabía cómo hacerlo. Que había acudido al finalizar un entrenamiento del equipo local donde milita un jugador de un país fronterizo con el suyo. Y que éste se lo había sacudido de encima, le había dicho que él no sabía cómo podía ayudarle, que se quitara el fútbol de la cabeza. Pero Liki no quiere renunciar a su sueño. No entiende como un ser humano que ha sufrido igual que él, un compatriota como quien dice, alguien que lo ha pasado mal hasta llegar adonde está, no quiera ayudarle. ¿Temor a que su bienestar se tambalee o a que el fútbol español se tiña de africanos ávidos de triunfo? Entonces pensé en la doble cara de la inmigración. Algunos, cuando salen adelante, olvidan que alguien les ayudó en su momento y no se brindan a auxiliar a otros. Pero a Liki eso no le importa. Allí estaba con su gran sonrisa, explicándome en voz alta sus ilusiones. Quise preocuparme por si tenía los papeles en regla pero él se adelantó, pensé luego que tal vez por ese miedo a la denuncia que les acompaña siempre, y me dijo que “papeles todo bien, todo bueno”. Me interesé por si disponía de tarjeta sanitaria, y me dijo que sí. Que una familia local –bendita familia- le ayudaba desde que había llegado a esta ciudad. Que solía hacer trabajos de carga y descarga para una cadena de supermercados. No pude reprimirme a preguntarle si le pagaban, pues recientemente había oído en las noticias cómo individuos desaprensivos utilizaban a los inmigrantes para trabajar de sol a sol en las huertas y ni siquiera les pagaban, bajo la amenaza de denunciar su carácter ilegal. Qué canallas, recordé. A Liki le pagan por su trabajo –bendita familia-, así que después de todo lo que ha pasado (y que algún día tal vez me cuente) hace una vida aproximadamente igual que cualquier chaval de su edad de los que no tuvieron la necesidad de subirse a una barca para buscarse la vida o morir. No creo que estudie, se expresa en español con esa dificultad del extranjero que hace que el interlocutor sufra. Te entiendo, no paré de decirle para que no se pusiera más nervioso todavía. Algunas palabras las dijo en francés, idioma adoptado en su país por haber sido colonia francesa hasta 1958. Hoy Guinea Conakry atraviesa uno de sus peores momentos. Refugiados de Liberia y Sierra Leona han invadido algunas zonas del país huyendo de las masacres de las guerrillas rebeldes, mientras la comunidad internacional mira a otro lado. Estuvimos hablando un buen rato, luego le dejé continuar con su entrenamiento y me fui a casa pensando en él. Al siguiente día volví a verle. Y al siguiente. Adiós Liki, digo al pasar… Adiós amigo, me contesta siempre… Desde entonces, Liki forma parte de mi acontecer más o menos diario, espero que por algún tiempo.


1 comentarios :

Anónimo dijo...

Ánimo Liki, no renuncies a tu sueño. Si el fútbol es lo que te gusta hacer, hazlo.
Haces bien en no hacerle caso a esa mala persona, olvídala… Sigue sonriéndole a la vida y no pierdas la esperanza. Intenta ir a los pueblos cercanos de donde vives y demuéstrales lo que vales, que nunca puedas lamentar que no lo intentaste, por que la persona que arriesga es la triunfadora…y los sueños a veces se cumplen…
Besos.