20 agosto, 2006

Félix Francisco Casanova



Con 17 años obtuvo con "El invernadero" el premio el Julio Tovar, principal galardón de poesía de Canarias. A los 18 años recibió el Benito Pérez Armas de novela con "El don de Vorace". A los 19 le fue concedido por el periódico "La Tarde" el premio al poemario "Una maleta llena de hojas". Fue también autor de un diario, "Yo hubiera o hubiese amado", y de "Cuello de botella", un libro de poemas escrito en colaboración con su padre. El conjunto de los versos de Félix Francisco Casanova está recogido en el volumen "La memoria olvidada" (1973-1976), publicado por la editorial Hiperión en 1990.

Nacido en Santa Cruz de La Palma en 1956, hijo del poeta Felix Casanova de Ayala. Vivió en Tenerife hasta su muerte en enero de 1976: lo encontraron en la bañera asfixiado por un escape de gas. Tenía sólo 19 años. Tras su desaparición quedó la hueya profunda de su fugaz obra, dando paso al nacimiento del mito, alentado por los rumores de su posible suicidio, que aún resuenan. Es incluso probable que esa áurea mística que le rodeaba haya impedido en cierta medida un mayor acercamiento a su obra y a lo que ésta significó. Desde entonces, llueven los aplausos, las consideraciones, los homenajes y los poemas escritos en su recuerdo, en recuerdo de aquel jóven que tal vez hoy sería una figura de la poesía y la narrativa escritas en español.





"A veces, cuando la noche me aprisiona,
suelo sentarme frente a una cabina
telefónica
y contemplo las bocas que hablan
por lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvenado, los barrenderos moros
canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar,
yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas."


...



"El autobús de medianoche
pasará por aquí, frente a tu casa.
Sonará tres veces el claxon
y oirás las risas contagiosas
de sus pasajeros.
Tú morderás la cortina de la ventana
y aferrándote a los muebles
romperás a llorar.
Justo la noche en que decidas
marchar
él faltará a la cita."



...



"Era flexible como un junquillo
y su nombre no hacía despegar los labios.
Ni al caminar por la más blanda arena
dejaba huellas, ni al lanzarse al mar
espuma.
Nunca la lluvia consiguió mojarla
ni la hojarasca crujió a su paso.
No tengo la menor idea de dónde está.
¿Lo sabes tú?"


...


"¿A qué podremos jugar
cuando el invierno emigre
y las lluvias cesen?
Ya no será tan fácil deslizarse
por la húmeda lengua del crepúsculo,
alzar el vuelo con los cuerpos
trenzados

y respirar por una misma boca.
¿Sería ésa la hora
de suponer perfecto nuestro estilo,
de, quizás, haber creado
la verdadera comunicación
para rechazarla luego?"

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