05 octubre, 2006

Nuestra última discusión

¿Recuerdas nuestra última discusión? ¿Aquella en que nos tiramos los trastos a la cabeza y descubrimos que no nos entendíamos? Sí, esa. Sé que dije cosas que no debía. Y que te arrinconé con aquellos argumentos que más podían dolerte. Fui un estupido y lo siento. Quería acercarte a mí y sólo conseguí que te fueras. No recuerdo cómo empezó todo. Hablábamos tranquilamente intentando entendernos y de repente todo se torció. Tú te defendías con esa fuerza que te sale cuando te sientes herida, y tal era la vehemencia de tu discurso que parecía que el mismísimo mundo estuviera en contra tuya. Me vi obligado a enviarte una palabra envenenada para poder volver a escena y pasaron varios reproches tuyos antes de que me dejases entrar. Unas veces me devolvías de revés el mismo dardo afilado que yo te había enviado; o bien ponías al descubierto mis debilidades básicas, esas que descubriste al poco de conocernos. El toma y daca duró una hora y media larga. Tiempo suficiente para que nos hiciéramos daño. Es curioso cómo en todos nuestros enfrentamientos hay unas fases bien definidas. Al ataque en tromba del uno le sigue la defensa encendida del otro, y luego cambian las tornas. Hubo silencios, que nos sirvieron para ordenar las pocas ideas frescas que nos quedaban a ambos o, según se mire, para rebuscar argumentos hirientes que lanzar en forma de carga de profundidad. Pero siempre me llama la atención ese momento perdido hacia la mitad de la contienda, en que una concatenación de frases afortunadas por ambas partes parece conducir casi a una reconciliación, que es intangible, que tal vez sólo uno de los dos percibe, y que se hace pedazos al poco tiempo por un dime mal formulado o un direte peor entendido. Y vuelta a empezar. Se agotaban ya las fuerzas, la saliva escaseaba y la voz se resentía, por no hablar de la agilidad mental para generar una defensa sin que ésta mostrase signos evidentes de flaqueza. Aún así seguimos dándole. Hasta que llegó mi momento crítico, ese en que quizás como consecuencia de una serie de asaltos consecutivos perdidos, creí que iba a perderlo todo. Y me entró ese miedo irracional que me deja helado y me sitúa en tierra de nadie, como si me hubieran arrebatado todo en un instante. Entonces sentí miedo a perderte y bajé la defensa queriéndote dar certeza de tu victoria, esperando también de tu generosidad, que no me concediste. Al contrario, pisaste el acelerador a fondo para vapulearme, consiguiendo alimentar mi ira y devolviéndome fuerzas para volver a hostigarte. Me prendiste la mecha y salí disparado, esta vez como un volador de feria defectuoso que hace zig zag sin una trayectoria definida. Creo que ni siquiera te hice daño o era que ya estabas inmunizada contra mis débiles estrategias. A esas alturas, el incidente languidecía sin remedio: eramos dos boxeadores sonados que se tambaleaban cada uno en su esquina del cuadrilátero. El cansancio y la falta de entendimiento se unieron para restar calidad a los argumentos, que ya no eran otra cosa que un puñado de lanzas y unos escasos escudos, completamente dispersos en el campo de batalla. Nuevo silencio. Éste más reflexivo, que sirvió para pensar si a lo mejor el otro llevaba razón en algo, o si uno se había extralimitado y si merecía la pena tanta bulla por algo que no sabíamos bien como había llegado hasta aquí. Atrás quedaba la bravuconería para dar paso a un mar de dudas. Recuerdo que me avergoncé en el mismo instante en que pasó por mi cabeza la película de mis barbaridades. No sé tú. Se te veía muy digna con la escopeta presumiblemente cargada. Ya nos nos mirábamos. Sólo esperábamos una señal de la otra parte -la que sea- que nunca llegó. Dejamos de hablar. Nos separamos. Cerramos puertas y rampas y reemprendimos el vuelo por separado. Sigo preguntándome hoy qué es lo que ocurrió. Aparentemente no fue nada. O fue todo.

18 comentarios :

María Esquitin dijo...
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Gus dijo...

Las discusiones son como los accidentes, o se sale más fuerte o traumatizado.

Paloma dijo...

Hola Ignatius, vengo a devolver la visita y realmente me sentí convocada, lo tuyo es una invitación a quedarme por aquí.
Todo lo que fui leyendo sencillamente me encantó!
Che, una cosita... estás seguro que la "última discusión" que tuviste no fue conmigo? jijiji... porque sino debe haber sido mi gemela...
Te mando un beso y pasaré seguido
Paloma

Esther dijo...

Creo que simplemente hay personas que no se entienden. Se juntaron atraídas, pensando que era lo mejor, que acabarían envejeciendo juntos. Pero, poco a poco, las cosas se tuercen; la pasión, la fogosidad, siempre justifica lo que del otro no nos gusta pero, esas cosas se van acumulando en nuestro interior y algún día, tienen que explotar, cuando la llama ya se ha apagado un poquito.
Simplemente, os equivocastéis sin saberlo: éso es todo.

Un besito.

Gildos dijo...

Preferiría que el amor de pareja fuera eterno, como el mío. Pero, para aquellos que no se entienden, lo mejor quizás sean los finales, en el presente dolorosos y después no tan dolorosos para salir de algo que ya no existe o que está agonizando y empezar una nueva vida, siempre rumbo a la felicidad. A veces, se necesita un final para otro comienzo mejor.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Compartir la vida y las decisiones con otra persona, expone conflictos cotidianos y diferencias de criterios, estas situaciones en sí no deberían dañar la relación, realmente la daña el mal uso que hacemos de ella. Las palabras pueden convertirse en un arma muy destructiva para la otra persona, lo que provoca que el amor se vaya transformando en rencor y esta herida termina deteriorando lentamente la relación sin apenas darnos cuenta…
Creemos que el juego está en…”ganar” o “perder”, “imponerse” o “ceder” y no es así, en una relación de pareja, no hay ganadores ni perdedores, siempre, siempre…la ganancia o la pérdida tras una discusión es para los dos…
Besos.

Anónimo dijo...

Nunca comparto las ideas de Yokas, pero creo que en esta ocasión sus palabras han sido muy acertadas.

Anónimo dijo...

Siempre es por nada o por todo. Nunca se sabe la diferencia

A veces lo mismo que nos convenció primero, es lo que más tarde acabamos detestando

A veces nos falta valor. A veces nos sobra

Un saludo!

Anónimo dijo...

Siempre me he preguntado porqué hay gente que se empeña en discutir cuando tiene en sus manos la capacidad de no hacerlo, porque conoce la tristeza del otro ... Nunca he entendido porque hay partes de una pareja que dañan sabiendo que lo estan haciendo.

Anónimo dijo...

las relaciones son como laberintos, en algunas encuentras salida, en otras no...
Muy interesante tu blog, saludos.

Anónimo dijo...

que bueno, me ha gustado mucho el momento ese, la cumbre, cuando todo puede arreglarse brevemente por segundos, pero se pierde...

manuel: no somos perfectos, nos enseñan de pequeño a herir a los demás

elvenbyte dijo...

Nacemos con la escopeta cargada, y nos enseñan cómo vapulear al contrario, con más fuerza aún cuanto más lo amamos. Es nuestra condición humana, y cuanto más crecemos más nos cuesta aprender a contenerla.

flor dijo...

Las peleas son tan absurdas e ilógicas que sacan lo peor de nosotros...

El relato (además de ser clarísimo y no por eso menos impecable) me ha dejado varias expresiones y conceptos, que por alguna razón me llamaron la atención. Las fases de la pelea es algo que no había notado, por ejemplo. Es genial la forma en la que hacés cosciente pensamientos y acciones que inconscientemente todos reproducimos...

De verdad tenés esa capacidad, la veo en todos tus textos. Exprimila al máximo; aquí estaremos disfrutándola como siempre.

Un beso enorme! (y mil disculpas por no agregarte a mi lista de blogs amigos. Es que sigo con mononucleosis y sólo puedo cambiar los controles de la plantilla desde la PC de la oficina)

simalme dijo...

sí, el ruido más silencioso.

simalme dijo...
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Anónimo dijo...

eSTARIA YA VICIADA ESA RELACION PERDIDA LA CONFIANZA Y EL RESPETO

Anónimo dijo...

Deberías de haberte preguntado sólo una cosa: ¿por qué discutias?. Una vez que se sabe cual es el problema se pude saber si hay solución ... y si no la hay, despedirse sin romperse el corazón, y sin escupirse a la cara.

::: Isis ::: dijo...

Quiero llorar, me dio pena y angustia ese relato... sabes me hiciste recordar algunas cosas que me han pasado estos días.

Nose que duele mas si el silencio, la indiferencia o las palabras... aun no logro hacer la categoria bien.

Creo que los momentos de discusiones sacan muchas cosas que derrepente te arrepientes de decirlas y ya es muy tarde porque se crean quiebres invisibles que estan ahí y duelen con el tiempo.

Saludos y animos!!!!