29 agosto, 2006

Cosas que detesto


Detesto la actitud condescendiente de los poderosos sobre los débiles; a los Lobbys -icluidos los de carácter religioso-, porque su objetivo es dominar nuestras vidas; a los trepas, gente que tiene que pisotear al de enfrente antes de que el de enfrente lo haga con ellos; a las mismas caras, los mismos gestos, las mismas conversaciones en todas partes, en la tele, en los periódicos, en la calle; a los comentaristas deportivos, con su verborrea barata de fanático de folclóricas; a Almodóvar, sólo por el hecho de que les guste a los franceses; estar detenido en un semáforo y que el "bakala" del vehículo de al lado tenga la música a todo volumen y las ventanillas abiertas; los centros comerciales, venga familias enteras para elegir el detergente; a la gente que dice “mira un negro” pero no dice “mira un blanco”; a los “pijos” porque ellos lo valen, te lo juro por el cocodrilo de Lacoste; a los tipos que exigen que les hables de usted porque no te conocen o no te han otorgado la confianza para hacerlo; a las reuniones de vecinos, donde todos sacan al parlamentario que llevan dentro; a los presentadores de las noticias, con esos gestos impostores mientras piensan dónde esquiar el próximo fin de semana; a Catherine Deneuve, toda una vida en ese espacio indefinido que hay entre "puta o princesa", que diría Esquitín; a las series de ficción españolas, tan mediocres que hacen que el culebrón venezolano parezca Twin Peaks a su lado; a la masa de turistas que entorpecen el paso en el mercado los sábados, sólo van a fisgonear (eh jefe, el género no se toca); a quienes no paran de pisarse en una conversación, porque no conocen el sagrado valor sintáctico del silencio; a los niños que parecen viejos, espoleados por unos padres muy estúpidos; a la gente rica que lo es por ser miserable con los demás no porque les haya tocado la lotería; a la impunidad de los abusos policiales, aunque sea un cállese o le denuncio por desobediencia a la autoridad; a quienes con información sesgada quieren lograr que yo deteste o idolatre a otros; a los bancos que cierran los cajeros automáticos de noche para que “ningún pobre de mierda” duerma en ellos; a las pegatinas de los autobuses que te exigen amablemente que les cedas el paso por el morro; al anochecer de los domingos, porque me hace sentir desamparado; a los camatas, esos dechados de cultura, cuando se ponen confianzudos con la chica de la mesa de al lado; a los turistas que en el Louvre prefieren fotografiar a la Gioconda para enseñársela a sus suegros que disfrutar de la sensación única de estar ante ella; al consumismo gracias a una publicidad machacona y mentirosa, con precios desde, y ofertas 3x2; a los camareros de roma, que dicen que degradan los platos de los turistas y les cobran más caro que a un romano; a las estrellas del fútbol, orgullosos de ser tan adinerados y tan incultos a la vez; a la marrullería de los balcánicos en competiciones internacionales de baloncesto, y la de los italianos en fútbol; al concejal de un municipio pequeño que chupa cámara en una televisión local; a los listos que hablan por el móvil cuando el avión ya está entrando pista; a los taxistas que, en vez de apuntarse a un curso CCC de buenos modales e higiene, se aprovechan de que eres turista para dar mil rodeos y así estafarte; a las cajeras de supermercado que sin haber tenido conocimiento carnal tuyo te llaman “cariño” y te dejan a deber un céntimo; a esas parejas presuntamente bien avenidas que juegan con las palas en las playas, haciéndose la ilusión de que alguien atiende a su crucial partida; a la puta canción del verano y los Caribe Mix, por qué no la canción del otoño o la del frío invierno; a las viejas que llevan los perros a la peluquería y los visten conjuntados y les dan de comer chuletones del club del gourmet; a esas fiestas de los pueblos donde las fuerzas vivas recrean en la plaza mayor retazos de la historia del lugar, y siempre terminan con fuegos artificiales; y a mí mismo claro, por no ser más tolerante a veces con este jodido mundo que me ha tocado vivir.

3 comentarios :

Anónimo dijo...

Hacía mucho tiempo que no leía tantas verdades juntas. Tú estás harto, yo estoy harta y supongo que muchos estarán hartos…
Pero no creo que la solución sea ser más tolerante con nuestro alrededor, hemos llegado a un punto en el que hay que poner freno y no darles más cuerda…
El mayor problema de este mundo es que nadie suele ponerse en el lugar de los demás, algo tan sencillo y que deberíamos probar, seguro que este mundo sería menos jodido.
Un beso. Yokas

PD. No te consiento lo de las series…grrrrrr…compararlas con el culebrón venezolano!!
Hay alguna que se salva, ¿qué me dices de “7 vidas”, esa es buena…no?

Gir dijo...

...en muchas de las cosas mencionadas coincido, solo que no podría decir que las odio, mas bien solo me molestan...
....y podría añadir, que me molestan las personas conformistas, sin ambiciones; las que hablan solo porque tienen boca, pero que no razonan lo que dicen; y por último, haber querido hacer o decir algo, y no haberme atrevido.
...saludos

Flor dijo...

coincido con todas y cada una de las oraciones.